Heridas colectivas, sanación colectiva: Desentrañando la transmisión del trauma entre generaciones

By CTM Team

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diciembre 5, 2025

Trauma intergeneracional

El trauma se entrelaza y perpetúa a través de las generaciones. Trasciende la experiencia individual y permea el entramado psicosocial de los linajes sucesivos. Los impactos de siglos de colonización han dejado profundas huellas en los pueblos indígenas de Estados Unidos, afectando el bienestar psicológico y social colectivo de las comunidades. Por lo tanto, la persistencia de la opresión sistémica exige un enfoque de sanación colectiva, ya que los impactos del trauma no son aislados; se requiere un enfoque igualmente integral y coordinado. Diversos estudios han demostrado que un tratamiento eficaz comienza con un análisis profundo de los impactos del trauma histórico y el proceso de transformación hacia la resiliencia. (Cacace, 2025)

Comprender los traumas intergeneracionales

Estados Unidos es un país con una población inmigrante diversa, pero también es una tierra de muchas naciones indígenas, lo que refleja una amplia diversidad cultural. La evaluación y el tratamiento eficaces dependen de la comprensión de la compleja relación entre cultura y trauma, incluyendo la transmisión intergeneracional del trauma. Esto se refiere a la transmisión de la victimización, las experiencias traumáticas y los sistemas de dotación de sentido del trauma entre una generación y otra. El término también alude a cómo las culturas transmiten esta información.

Las experiencias traumáticas han afectado a todos los grupos culturales en los Estados Unidos hoy en día. Antes de la llegada, en el siglo XVII, de refugiados religiosos que huían de la persecución en Inglaterra, los españoles arribaron a México, Puerto Rico y California. El impacto en la vida de los pueblos indígenas del continente fue a menudo traumático. Entre los siglos XVI y XIX, chinos, filipinos y africanos llegaron en condiciones traumáticas, a menudo como esclavos. La llegada de los europeos tuvo un efecto diverso en las más de 500 tribus indígenas que poblaban cada rincón del continente. Las nociones populares (estereotipadas) sobre la vida actual de los indígenas americanos ilustran el complejo papel del trauma y la cultura, así como la tendencia al reduccionismo cultural. Los intentos de clasificar a las personas por su grado de mestizaje o su color perpetúan estereotipos opresivos. Las tribus de Norteamérica tuvieron experiencias diversas con los europeos, desde relaciones productivas hasta situaciones marcadas por diversos grados y tipos de trauma y genocidio (Mann, 2011).

Las corrientes del pasado traumático siguen vigentes hoy en día, especialmente donde las políticas gubernamentales y sociales las refuerzan. Entre la población no indígena, los indígenas estadounidenses suelen ser un pueblo invisible (Rÿser, 2001) o, si se les ve, generalmente se les percibe a través del prisma de estereotipos como “tambores y plumas”, powwows, casinos o altos índices de alcoholismo. Los estereotipos limitan el análisis de los problemas sociales negativos que afectan a las comunidades indígenas e ignoran su capacidad de resiliencia creativa. Aproximadamente el 50 % de la población indígena estadounidense reside en zonas urbanas. Analizar los tipos específicos de experiencias traumáticas y las estrategias de afrontamiento que emplean los pueblos, tanto dentro como fuera de las reservas, para resistir la discriminación y el genocidio, contrarresta la tendencia al reduccionismo cultural.

“Los impactos de siglos de colonización han dejado profundas huellas en los pueblos indígenas de Estados Unidos, afectando el bienestar psicológico y social colectivo de las comunidades”.

Trauma histórico y síndrome de estrés postcolonial

El trauma histórico y el duelo no resuelto derivados del legado de la colonización tienen implicaciones para las intervenciones terapéuticas y la sanación comunitaria de los pueblos indígenas estadounidenses (Brave Heart & DeBruyn, 1998; Whitbeck, Adams, Hoyt & Chen, 2004), los nativos de Alaska (Korn, 2002) y los indígenas mexicanos (Korn & Rÿser, 2006). Dentro de la comunidad terapéutica, existe una “cultura de negación” respecto a la naturaleza continua de la colonización de las comunidades tribales (Weingarten, 2004). Algunos sugieren que la colonización de la tierra ha conducido a la colonización de la mente (Martin-Baro, 1994), lo que ha derivado en disociación, depresión, abuso de sustancias y suicidio, todo ello parte de un nexo denominado trastorno de estrés poscolonial. Este trastorno está vinculado conceptualmente al estrés postraumático y al trauma comunitario (Duran & Duran, 1995; Korn, 2002). La depresión, la somatización, el abuso de sustancias y el trauma son comorbilidades con altas tasas de incidencia entre las poblaciones aborígenes (Kirmayer y Valaskakis, 2009).

Epigenética: la biología del trauma

Los estudios sugieren que estos patrones de estrés poscolonial y trauma comunitario pueden extenderse más allá de las manifestaciones sociales y psicológicas, y también estar implantados en procesos biológicos. Las alteraciones epigenéticas (cambios en la actividad genética sin alterar la secuencia del ADN), como la metilación del ADN y la modificación de histonas, demuestran cómo el trauma y los factores ambientales detonantes pueden transmitirse de generación en generación sin alterar el ADN (Deloia & Barbiero, 2018). Para las comunidades indígenas, esto puede explicar por qué los efectos del trauma histórico persisten incluso entre quienes no lo experimentaron directamente, pero heredaron marcadores de vulnerabilidad que se han reactivado por factores ambientales detonantes.

Rogers-LaVanne et al. (2023) revelan la asociación entre el trauma histórico y la metilación del ADN en los pueblos nativos de Alaska. Mediante datos de encuestas sobre pérdidas históricas y bienestar general, junto con el análisis de la metilación del ADN en muestras de sangre de 117 participantes nativos de Alaska, los investigadores identificaron asociaciones entre los síntomas relacionados con las pérdidas históricas y la metilación diferencial en islas CpG específicas. El estudio también reporta una relación positiva entre la identificación cultural y el bienestar general, lo que respalda la conexión cultural como un factor protector.

Habilidades de afrontamiento, resiliencia y crecimiento postraumático

La colonización y sus efectos persistentes en los indígenas estadounidenses y nativos de Alaska son diversos y afectan de manera diferente a cada familia y comunidad. La evaluación del trauma histórico e intergeneracional debe comenzar con la narración de la historia y la identificación de su sentido.

Sobrevivir requiere una serie de habilidades personales, talentos y una valentía excepcional. La terapia incluye narrar la historia, fortalecer la resiliencia innata de la persona y ayudarla a reconocer sus fortalezas y desarrollar nuevas habilidades. Esto implica centrarse en lo que funciona, es productivo y le brinda alegría y placer, en lo que fue y en lo que imagina que podría ser.

¿Quién es resiliente? Gran parte de la literatura señala factores protectores, incluyendo:

Una buena relación con un adulto confiable y afectuoso, ya sea un familiar o un profesor, y un fuerte locus de control interno (Grossman y Moore, 1994). El fortalecimiento del locus de control interno, que incluye tanto el control personal como las habilidades específicas para cada situación, es una de las cuatro estrategias de manejo del estrés desarrolladas por Raymond B. Flannery Jr., psicólogo clínico reconocido por su trabajo sobre el estrés, el trauma y la resiliencia (1987, p. 222).

Las otras estrategias son:

• Participación en labores, incluyendo la competencia general; esto significa absorberse en dicha labor y dejarse guiar por lo que la tarea exige.

• Decisiones de estilo de vida.

• Apoyos sociales.

Una revisión sistemática realizada por Cacace et al. (2025) destaca que el trauma intergeneracional es una experiencia relacional, sistémica y corporal que se transmite a través de la comunicación familiar, la crianza y los mecanismos de afrontamiento compartidos. La resiliencia y la vulnerabilidad son subproductos de la herencia y requieren un enfoque multigeneracional y narrativo para la sanación, que trascienda los modelos individuales de trauma e incorpore las influencias culturales, históricas y sistémicas que configuran la transmisión del trauma de una generación a otra.

Resiliencia en acción

La resiliencia se refiere a la capacidad de encontrar un sentido: de extraer algo positivo de una experiencia terrible. La búsqueda de sentido constituye la base para explorar la espiritualidad y el papel del yo en relación con los demás y el cosmos.

La resiliencia se define como la capacidad de seguir funcionando en el mundo a pesar de un historial de abuso, de demostrar características adaptativas, de convertir estrategias defensivas en fortalezas inusuales, de transformar relaciones abusivas en gratificantes y de dar sentido a las experiencias de forma que beneficie o tenga significancia para otras personas.

Ser resiliente implica afrontar los desafíos propios de cada etapa de la vida. Estos incluyen la intimidad, el trabajo, el autocuidado y la búsqueda de sentido (Grossman & Moore, 1994). Evaluar las áreas de resiliencia es fundamental para la valoración. Dado que la resiliencia, al igual que la autoestima, es un fenómeno fluido que aumenta y disminuye con las vicisitudes (y los traumas) de la vida, debe evaluarse tanto en el presente como en el contexto de la historia personal.

Identificar las fortalezas y la resiliencia de la persona y brindarle apoyo durante todo el proceso es fundamental en el tratamiento. Tradicionalmente, la investigación se ha centrado en los factores que conducen al desarrollo del TEPT. Sin embargo, se comprenden menos los factores que protegen contra el desarrollo del TEPT o que contribuyen a superar enormes adversidades para sobrevivir y prosperar.

Sin embargo, estudios recientes de Rogers-LaVanne et al. (2023) revelan que la conexión cultural es un factor protector que contribuye significativamente a un mayor bienestar. Por lo tanto, estos hallazgos inspiran metodologías diseñadas para fomentar las cualidades protectoras culturales como enfoques eficaces para promover la resiliencia. Estas estrategias pueden incluir formas de apoyar una identidad cultural sólida mediante la revitalización lingüística, la soberanía alimentaria indígena y las prácticas ceremoniales, incluyendo la conexión con la tierra, el uso del conocimiento tradicional y la medicina. Se ha identificado evidencia adicional. Masotti et al. descubrieron que la participación en la cultura nativa americana e indígena se asociaba con una mejor salud mental y física, así como con un mayor bienestar general. Estos hallazgos refuerzan la importancia de crear intervenciones que se centren en aumentar la participación y el apoyo cultural como un resultado medible.

References

Brave Heart, M. Y. H., & DeBruyn, L. M. (1998). The American Indian holocaust: Healing historical unresolved grief. American Indian and Alaskan Native Mental Health Research: The Journal of the National Center, 8(2), 60–82.

Cacace, A., & Summers, S. J. (2025). Intergenerational trauma in phenomenological research—A systematic review. Journal of Loss and Trauma, 30(8), 1134–1169. https://doi.org/10.1080/15325024.2025.2490917

Deloia, J., & Barbiero, V. (2018). Essentials of Public Health Biology. United States: Jones & Bartlett Learning.

Duran, E., & Duran, B. (1995). Native American postcolonial psychology. Albany: State University of New York Press.

Flannery, R. B. (1987). From victim to survivor: A stress management approach in the treatment of learned helplessness. In B. A. van der Kolk (Ed.), Psychological trauma (pp. 217–229). Washington, DC: American Psychiatric Press.

Grossman, F. K., & Moore, R. P. (1994). Against the odds: Resiliency in adult survivors of childhood sexual abuse. In C. E. Franz & A. J. Stewart (Eds.), Women creating lives: Identities, resilience, and resistance (pp. 71–82). Boulder: Westview.

Kirmayer, L. J., & Valaskakis, G. G. (Eds.). (2009). Healing traditions: The mental health of aboriginal peoples in Canada. Vancouver: UBC Press.

Korn, L. (2002). Community trauma and development. Fourth World Journal, 5(1), 1–9. Retrieved from http://www.cwis.org/fwj/vol5_1.htm

Korn, L., & Rÿser, R. (2006). Burying the umbilicus: Nutrition trauma, diabetes and traditional medicine in rural West Mexico. In G. C. Lang (Ed.), Indigenous peoples and diabetes: Community empowerment and wellness (pp. 231–277). Durham, NC: Carolina Academic Press.

Mann, C. C. (2011). 1493: Uncovering the new world Christopher Columbus created. New York: Knopf.

Martin-Baro, I. (1994). Writings for a liberation psychology. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Masotti, P., Dennem, J., Bañuelos, K., Seneca, C., Valerio-Leonce, G., Inong, C. T., & King, J. (2023). The Culture is Prevention Project: Measuring cultural connectedness and providing evidence that culture is a social determinant of health for Native Americans. BMC Public Health, 23(1), 741. https://doi.org/10.1186/s12889-023-15587-x

Rogers-LaVanne, M. P., Bader, A. C., de Flamingh, A., Saboowala, S., Smythe, C., Atchison, B., Moulton, N., Wilson, A., Wildman, D. E., Boraas, A., Uddin, M., Worl, R., & Malhi, R. S. (2023, September 8). Association between gene methylation and experiences of historical trauma in Alaska Native peoples. International Journal for Equity in Health, 22(1), 182. https://doi.org/10.1186/s12939-023-01967-7

Rÿser, R. C. (2001). The invisible peoples: States governments, civil societies, and fourth world nations. Social Development Review, 5(2), 1–7.

Weingarten, K. (2004). Witnessing the effects of political violence in families: Mechanisms of intergenerational transmission of trauma and clinical interventions. Journal of Marital and Family Therapy, 30(1), 45–59.Whitbeck, L. B., Adams, G. W., Hoyt, D. R., & Chen, X. (2004). Conceptualizing and measuring historical trauma among American Indian people. American Journal of Community Psychology, 33(3–4), 119–130.

diciembre 5, 2025

Categories: Trauma

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