Ampliando el modelo biomédico del estrés
La comprensión biomédica occidental del estrés se ha basado tradicionalmente en modelos de evaluación que parten del paradigma de la reacción de “lucha o huida”, concibiendo las respuestas al estrés como un mecanismo fisiológico de supervivencia. Este concepto describe cómo el cuerpo reacciona ante las amenazas percibidas mediante cambios fisiológicos que desencadenan una respuesta de escape o una respuesta de confrontación ante el peligro. En respuesta a estos desencadenantes, la liberación de hormonas como la epinefrina (adrenalina) y el cortisol aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial (Harvard Health Publishing, 2024). Si bien este modelo ha contribuido a la comprensión de la regulación neuroendocrina, su alcance no se ha ampliado, y a menudo aísla las funciones biológicas de las dimensiones emocionales, sociales y relacionales del estrés.
En contraste, los marcos de la medicina tradicional conceptualizan la sanación como un proceso multidimensional. Los sanadores tradicionales ofrecen fundamentos para las intervenciones terapéuticas que incluyen justificaciones biológicas, pero también reconocen que la curación se sitúa en un continuo que abarca dimensiones psicológicas y socioculturales. Dentro de estos enfoques curativos, el estrés se entiende como un estado de desequilibrio fisiológico y psicosocial, que requiere intervenciones para restablecer el equilibrio o, dicho de otro modo, restaurar la homeostasis en los elementos interconectados de los sistemas biológicos, sociales, emocionales y espirituales.
Este artículo va más allá de las evaluaciones típicas de las hormonas de respuesta al estrés para explorar cómo la ciencia de la oxitocina revela un modelo femenino de estrés conocido como la respuesta de cuidado y amistad, que refleja una sabiduría que los sistemas tradicionales de sanación han conocido durante siglos: que el cuidado, el tacto y la conexión son fundamentales para la recuperación y el bienestar.
“Comprender el complejo papel de la oxitocina como mediador neurohormonal del apego y la vinculación social puede revelar estrategias para ayudar a las personas a recuperarse de un trauma.”
El modelo de cuidado y amistad y la sanación relacional
El modelo de cuidado y amistad amplía esta perspectiva al mostrar cómo la conexión social moldea la adaptación a largo plazo del cuerpo ante la adversidad. La carga alostática —el costo fisiológico acumulativo del estrés crónico— ayuda a explicar por qué las interrupciones en el cuidado, la pertenencia y la seguridad relacional pueden traducirse en consecuencias de salud cuantificables a lo largo del tiempo (McEwen y Seeman, 1999). Las investigaciones también demuestran que la discriminación y las desigualdades socioeconómicas agravan esta carga, no solo al aumentar la exposición a factores estresantes, sino también al limitar el acceso a las relaciones protectoras que amortiguan el sistema nervioso. En este sentido, las disparidades en la salud de las minorías reflejan tanto el desgaste biológico como la erosión del apoyo relacional, esenciales para la recuperación y la resiliencia.
Por el contrario, las relaciones sociales mitigan los efectos de la carga alostática (Seeman et al., 2004). Históricamente, la investigación sobre el estrés ha estado dominada por el modelo de lucha o huida de Hans Selye, que conceptualiza el estrés como una respuesta biológica de supervivencia. Este modelo se relaciona con un modelo más reciente de respuesta al estrés denominado “cuidado y amistad”. Si bien el modelo de Selye ha moldeado gran parte de la comprensión científica del estrés, Taylor et al. (2000) proponen un modelo complementario de respuesta al estrés en las mujeres, al que denominan “cuidado y amistad”. Este modelo añade una dimensión al concepto de lucha o huida/parálisis y sugiere que las mujeres (y otras hembras de animales) responden al estrés participando en actividades de cuidado y conexión; es decir, atendiendo a sus crías y formando vínculos sociales a través de la afiliación y el apego.
Se considera que la oxitocina media esta respuesta biológicamente; es la principal neurohormona responsable de las conductas sociales y la empatía. Se produce principalmente en el hipotálamo y está asociada con el timo y la función inmunitaria (Carter et al., 2005). Se ha demostrado que promueve la confianza y el bienestar, a la vez que reduce el miedo y la presión arterial (Ishak, Kahloon y Fakhry, 2011; Olff, Langeland, Witteveen y Denys, 2010). La disfunción del sistema de oxitocina podría estar implicada en el desarrollo del TEPT (Ishak et al., 2011), y la combinación de la administración nasal de oxitocina con la terapia cognitivo-conductual podría ser útil para reducir el miedo, aumentar la sensación de seguridad y confianza, y favorecer la interacción social (Ishak et al., 2011; Olff et al., 2010).
Las cualidades curativas del tacto
Además, las terapias de tacto, los masajes y la interacción con animales de compañía tienen numerosos efectos positivos en el tratamiento, como el aumento de los niveles de oxitocina. Esta investigación refuerza la importancia de integrar métodos psicológicos, biológicos y fisiológicos, así como su papel en el establecimiento y mantenimiento de fuertes vínculos sociales para la recuperación de la salud física y psicológica tras un trauma.
Comprender el complejo papel de la oxitocina como mediador neurohormonal del apego y el vínculo social puede revelar estrategias para ayudar a las personas a superar un trauma. La oxitocina, también conocida como la “hormona del amor”, se libera en respuesta tanto al estrés como al contacto físico.
Esta activación de la oxitocina a través del tacto demuestra cómo las intervenciones somáticas pueden modular el estrés, mejorar la regulación emocional y fomentar el apego y la sanación relacional.
Cómo sana el tacto:
- El tacto despierta, desensibiliza y transduce la memoria dependiente del estado; también facilita los estados de conciencia asociados con las ondas cerebrales alfa, beta, theta y delta.
- El tacto puede inducir el trance y, simultáneamente, proporcionar la conexión a tierra necesaria para controlar los procesos disociativos.
- El tacto es ansiolítico y soporífero; también estimula las respuestas circulatorias, linfáticas e inmunitarias y regula el mecanismo respiratorio primario (el ritmo craneosacro).
- El tacto activa diversas respuestas neurohormonales, incluida la liberación de beta-endorfinas, oxitocina y serotonina; mejora los niveles de cortisol y estimula el sistema endocannabinoide.
- El tacto proporciona una forma no verbal de biorretroalimentación, permitiendo la recuperación simultánea de la memoria somatosensorial, las sensaciones corporales, la articulación de sentimientos asociativos y la reformulación cognitiva.
- El tacto modifica la imagen corporal y mejora el concepto del propio cuerpo, incluyendo la exploración de los límites cinestésicos y propioceptivos, al tiempo que reduce la hiperactividad autonómica.
- El tacto reduce el ácido láctico, disminuyendo así el ciclo de retroalimentación química de la ansiedad.
- El tacto facilita la empatía somática, una sintonía psicobiológica que es un requisito previo para el apego y la vinculación.
- El tacto altera favorablemente los sutiles biocampos humanos que son la base del funcionamiento saludable del organismo humano.
Sanación colectiva y cultural
El replanteamiento de la sanación, pasando de un estándar puramente biomédico e individualista a uno que reconoce las dimensiones interconectadas, culturales y sociales de la salud, propone una alternativa a la medicina y un camino hacia la auténtica descolonización de la atención sanitaria. Las neurohormonas curativas que se activan mediante el tacto, la conexión social y el cuidado demuestran que la recuperación es un proceso profundamente comunitario.
El modelo de cuidado y amistad desafía la visión estrecha y mecanicista del estrés al revelar las fuerzas biológicas protectoras que surgen del cuidado, la conexión y el parentesco, principios fundamentales de las prácticas de sanación indígenas. A diferencia de los efectos aislantes del estrés crónico como una experiencia exclusivamente individual, estos modelos recíprocos ofrecen una sanación que enfatiza el bienestar como un proceso relacional basado en el intercambio mutuo y la restauración interpersonal.
References
Carter, C. S., Ahnert, L., Grossmann, K., Hrdy, S. B., Lamb, M., Porges, S. W., & Sachser, N. (Eds.). (2005). Attachment and bonding: A new synthesis. MIT Press.
Harvard Health Publishing. (2024, April 3). Understanding the stress response: Chronic activation of this survival mechanism impairs health. https://www.health.harvard.edu/staying-healthy/understanding-the-stress-response
IsHak, W. W., Kahloon, M., & Fakhry, H. (2011). Oxytocin role in enhancing wellbeing: A literature review. Journal of Affective Disorders, 130(1–2), 1–9.
Korn, L. E. (2021). Rhythms of recovery: Trauma, nature, and the body (Classic ed.). Routledge.
McEwen, B. S., & Seeman, T. (1999). Protective and damaging effects of mediators of stress: Elaborating and testing the concepts of allostasis and allostatic load. Annals of the New York Academy of Sciences, 896, 30–47.
Seeman, T. E., Crimmins, E., Huang, M. H., Singer, B., Bucur, A., Gruenewald, T., … Reuben, D. B. (2004). Cumulative biological risk and socio-economic differences in mortality: MacArthur studies of successful aging. Social Science & Medicine, 58(10), 1985–1997.
Taylor, S. E., Klein, L. C., Lewis, B. P., Gruenewald, T. L., Gurung, R. A. R., & Updegraff, J. A. (2000). Biobehavioral responses to stress in females: Tend-and-befriend, not fight-or-flight. Psychological Review, 107(3), 411–429.



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